ACCÉSIT del Concurso de Páginas Neobíblicas
convocado por la Agenda Latinoamericana-Mundial'2003
en su VIIIª edición.
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El endemoniado de Gerasa

(Génesis 41)

 

El endemoniado de Gerasa Y llegaron a la otra orilla del lago, que es la región de los gerasenos. Apenas había bajado Jesús de la barca, un hombre vino a su encuentro, saliendo de donde se había ocultado, pues estaba poseído por un espíritu de homofobia.


El hombre vivía como animal y nadie podía sujetarlo ni siquiera con amenazas. Varias veces sus vecinos lo habían amarrado con frases como: Ser homosexual es pecado. ¿Un hijo marica? Prefiero matarlo. Pero él había roto estas cadenas para tener la oportunidad de enamorarse, de encontrar pareja y vivir feliz.


Sin embargo, acostumbrado a mirarse a través de los ojos de sus vecinos como un animal desenfrenado, como un desviado hambriento de sexo, al final no hizo falta que nadie lo atara, él mismo andaba día y noche entre la inmundicia de no sentirse persona, de saberse indigno de amor sincero. Gritaba que estaba orgulloso de ser homosexual, pero la verdad es que buscaba hacerse daño con relaciones enfermizas y llegó a desear morir de SIDA. Había aceptado ser inmundo y vivía penosamente creyendo que esa era la única posibilidad de pagar sus culpas.


Al ver a Jesús, fue corriendo y se echó de rodillas a sus pies. Entre gritos le decía: “!No te metas conmigo, Jesús, Hijo de Dios, ya se lo que quieres: Me vas a decir que tengo que abstenerme de sexo por toda la vida, que no tengo derecho a ser feliz, que soy intrínsecamente desordenado y mis amores no pueden recibir aprobación en ningún caso, que no puedo acercarme a la mesa de tu pan porque vivo en pecado mortal y no me arrepiento, que tengo que unir los sufrimientos y la soledad de mi abstinencia a tu cruz como sacrificio de expiación… Te ruego que no me atormentes.”


Pero Jesús le dijo: “Espíritu de homofobia que no deja a los hijos de Dios vivir felices, que reduce a mis hermanos a la miseria de sentirse bestias, que hace que unos eduquen a sus hijos con terror a la sexualidad diversa, que desgarra familias y hace que los padres echen a sus hijos homosexuales a la calle, que abandona a los enfermos de SIDA en hospitales, que causa despidos, detenciones, torturas, encarcelamientos injustos, que convierte a los hermanos en asesinos: ¡Sal de este hombre!


Cuando Jesús le preguntó: “¿De dónde sales?” Contestó el espíritu: “De una Legión de personas en la iglesia, en las escuelas, en las familias, en el ejército, en la política. Somos muchos.” Y rogaba insistentemente a Jesús que no lo arrojara de aquellos grupos sociales donde había vivido siempre.


Había ahí una gran piara de cerdos comiendo al pie del cerro. Jesús mandó al espíritu de homofobia que entrara a los cerdos, es decir que se alejara de la vida de los humanos. Al instante los animales se arrojaron a las aguas y se ahogaron (porque la homofobia mata a todo el que la deja entrar).


Los vecinos de aquel hombre se acercaron y vieron a Jesús y al hombre que había estado en poder del espíritu de homofobia, sentado (escuchando a Jesús como un discípulo) vestido y en su sano juicio (con su dignidad recuperada). Al enterarse de lo que pasó a los cerdos, todos se asustaron de que el espíritu de homofobia ya no estaba más entre ellos.


Y decían: “¿Qué vamos a hacer ahora? Jesús ha declarado que este hombre es como nosotros, que ha de ser respetado en su diferencia, que incluso puede ser discípulo suyo. No podemos soportar esto, los endemoniados son necesarios para descargar sobre ellos todos nuestros miedos y violencias.” Y le dijeron a Jesús: “Vete de nuestra tierra.”


Cuando Jesús subía a la barca (porque él nunca se impone a quien no quiere aceptar a sus hermanos) el hombre, ahora sano, le pidió insistentemente que le permitiera irse con él: “Señor, ¿cómo voy a seguir viviendo entre quien me ha rechazado?


Pero Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: “Regresa a tu casa, a tu familia, a la iglesia, donde te han rechazado. Si sales de ahí nada va a cambiar. Ve también entre los tuyos, entre quienes estén poseídos por el espíritu de homofobia, y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y cómo, digan lo que digan, te ama sin condiciones no por tu sexualidad, sino porque él es bueno.”


El hombre se fue y empezó a proclamar por todos lados y a todas las personas lo que Jesús había hecho con él. Y todos quedaban admirados.

 

José Alvaro Olvera Ibarra
México DF, México

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