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Es difícil no ser apocalíptico
cuando el apocalipsis es servido a la mesa diariamente en esa casa de
la comunicación que es nuestra casa, nuestro entorno cotidiano,
nuestro mundo de relaciones. El mundo no es una palabra abstracta, distante,
que miramos como espectadores más o menos participantes, con el
que nos sentimos más o menos comprometidos. El mundo acontece en
nuestra casa, diaria, constante, agresivamente... Y tiene color y olor
de sangre, de mucha sangre. Mel Gibson y su Jesús-llaga-vida-sólo-sangre
son un buen retrato del Hombre actual. Ecce Homo, podría repetir
Pilatos al abrir las páginas de un periódico, al escuchar
las primeras noticias del día en una radio, al ver un noticiero
nocturno de televisión, al bajar noticias de internet. Ecce Homo...
he ahí al Hombre de este tiempo, hombre y mujer, aplastados ante
la magnitud de la tragedia diaria en que se ha convertido vivir en este
planeta todavía poéticamente azul...
No necesitamos nuevos Shakespeare para escribir piezas trágicas,
ni un gordo Hichcok para producir películas de terror. Ante el
horror y el terror que los medios nos lanzan al rostro y al alma todos
los días, estos productores de tragedias de ficción se convierten
en aprendices de brujo (!).
Ése es el cuadro sintético, apocalíptico sí,
pero real, muy real. Ecce Homo... he ahí al Hombre del nuevo milenio,
hombre y mujer que viven precariamente, que sobreviven... con miedo. El
miedo es otro ingrediente de esta tragedia humana actual.
Algunas izquierdas exageradas se han destacado por acentuar que las tragedias
diarias alcanzan apenas y solamente a las clases empobrecidas y marginadas
del sistema económico globalizado. Obviamente, estas clases sufren
todavía más con la tragedia humana actual, porque suman
a las mismas situaciones de violencia criminal común u oficial/estatal,
la violencia de la exclusión social, de la exclusión cultural,
y la más reciente exclusión, la exclusión digital.
Que cierra cada día más puertas a quien necesita ingresar
en el mercado de trabajo, multiplicando trágicamente el número
de los desempleados. Insisto: la violencia tiene una exclusión
que es preciso denunciar, porque es más sutil y, por eso, más
perversa: la exclusión de la información y de la comunicación.
De la cual es víctima la mayoría absoluta de la población.
1984 es hoy, Georges Orwell y su omnipresente Gran Hermano es omnipresente
exactamente porque descubrió, en tiempo oportuno, que poseer el
monopolio de la información y de los medios que la alimentan, es
dominar las mentes y los corazones. Con este monopolio de la información,
desinformar estratégicamente es tarea bastante simple. El ideal
del Gran Hermano es una sociedad absolutamente desinformada de lo que
realmente ocurre, y trasmitir el sentimiento de que todos saben de todo.
En la prevista aldea mundial de McLuhan la noticia maquillada («editada»)
diaria da la sensación de que todos somos ciudadanos del mundo.
Y no sabemos lo que pasa, ni siquiera en nuestro patio; mucho menos en
la aldea mundial, donde, cada día más plenamente, reina,
absoluto, el Gran Hermano que viene del Norte.
¿Ejemplos? Estados Unidos, 11 de septiembre de 2001. El mundo asiste,
estupefacto, en vivo y a todo color, a la caída de las torres gemelas
del World Trade Center, en pleno Manhattan, cerca de la estatua de la
Libertad, una significativa donación del gobierno francés.
Mientras, la televisión estadounidense ofrece su programación
normal, las naturales «amenidades» de aquella hora matutina.
Tal vez por eso, por ser una de las poblaciones menos informadas del mundo
-aunque disponga de las más modernas máquinas y tecnologías
informáticas y de comunicación- el pueblo de EEUU elige
a los presidentes que elige. Siempre, haciendo las honrosas, diplomáticas
y necesarias excepciones.
Venezuela, abril de 2002: las redes de televisión del país
usan toda la tecnología disponible, sacan al aire los talk-shows
con comentaristas debidamente preparados, diciendo que el presidente era
un dictador que había que derribar. En los intermedios, espacios
comerciales pagados por poderosos grupos económicos, convocaban
a la población a salir a las calles. Hubo manifestaciones y choques
entre los partidarios de y los contrarios a Chávez. Apareció
entonces el francotirador que no podía faltar, y once personas
murieron. «Ha sido la policía del Presidente», gritaban,
sin respiro, los comentaristas de las cuatro redes de Televisión.
Un cuerpo muerto tirado en medio de la calle: el argumento indiscutible
para un golpe. En cualquier lugar del mundo.
Porto Alegre, un día antes de las elecciones de 2002: las encuestas
del Instituto Brasileño de Opinión e Investigación
(IBOPE) y de la Rede Brasil Sul de Comunicações (RBS) afirman
que el candidato Germano Rigotto está más de 12 puntos por
delante del candidato Tarso Genro en las intenciones de voto, y por tanto,
está virtualmente elegido. Una encuesta alternativa, por el contrario,
predice un empate técnico entre los dos candidatos. Después
de las elecciones y con la apretada victoria de Rigotto, los representantes
del IBOPE y de la RBS comparecieron en público para decir que se
habían «equivocado». Una oportuna equivocación
de más de 10 puntos...
Invasión de Irak: el terror internacional adquiere nombre y rostro,
es el Demonio, y es necesario que sea destruido, aunque ello cueste millares
de vidas. Niños, jóvenes, ancianos, personas normales, civiles.
Vale la pena el sacrificio, «en nombre de Dios». In God we
trust. El Bien es occidental y cristiano; el Mal, es oriental e islámico.
Este es el hecho periodístico creado y consumido, más o
menos consensualmente, por la población mundial occidental. Lo
que los grandes medios omitieron, estratégicamente -porque no era
conveniente que la población lo supiese- fue que uno de los principales
motivos de la invasión contra Irak tenía muy poco que ver
con esta cruzada estadounidense del anti-terrorismo o anti-Mal. Uno de
los grandes motivos fue la opción de Sadam Hussein por transformar
el euro en moneda referencial para las transacciones comerciales del país,
en detrimento del todopoderoso y omnipresente Gran Hermano dólar.
No es difícil imaginar lo que significaría una oleada de
países de todo el mundo haciendo la misma opción: una quiebra
de la economía estadounidense. Realmente, ¡era muy conveniente
que Sadam fuese derribado! Una cuestión de «equilibrio económico»...
de EEUU.
Un hecho periodístico se construye como conviene. Quien paga esta
conveniencia proporciona los datos para la construcción del hecho.
Hace dos mil años, esta «conveniencia» dictó
la muerte de un inocente en la palabra de un sumo sacerdote: «Entonces,
¿no entendéis? Es más conveniente que muera un hombre
solo, que perezca toda la población».
En este cuadro, que parece ofrecer muy pocas oportunidades para una reacción
organizada y sistemática, es preciso reafirmar la importancia fundamental
de la utilización de los medios alternativos para otra construcción:
la construcción del hecho que construye otro orden social, político,
económico, cultural y religioso. La utopía es, hoy, más
necesaria que nunca, como una luz que ilumina, desde el horizonte de la
historia, las luchas de los que todavía son capaces de luchar luchas
imposibles. Que no aceptan pasivamente que el Gran Hermano tenga la última,
la decisiva y definitiva palabra. Me refiero al uso consciente y comprometido
con las luchas populares históricas de medios como las radios y
TVs comunitarias y, principalmente, como unos medios todavía democráticos
(mientras el Gran Hermano no «inventa» una forma de codificar
y cobrar royalties por este servicio público), internet y sus múltiples
días de intercomunicación.
Y eso es importante cuando no aceptamos, así no más, afirmaciones
simplistas y definitivas como... «la TV modela nuestra cabeza».
Aquí cabe la pregunta: ¿los medios nos hacen a nosotros,
o nosotros hacemos a los medios, en este caso, a la TV? En la compleja
relación medios X consumidor, hay una evidente construcción
colectiva circular: la realidad (personas, hechos, relaciones) alimenta
a los medios, que alimentan la realidad que alimenta los medios que alimentan...
y, así, ad infinitum. Propiamente hablando, los medios nada crean:
apenas hacen circular, reelaborándolo, lo ya creado en/por la realidad.
Los medios son parte integrante de una construcción colectiva de
conocimiento. Conocimiento que se supone con sentido. Incluso afirmando
la fuerza motivadora y manipuladora de los grandes monopolios mediáticos,
podemos aceptar y entender la afirmación de Jesús-Martín
Barbero: «Los medios de comunicación no son un mero fenómeno
comercial, no son un mero fenómeno de manipulación ideológica;
son un fenómeno antropológico a través del cual cada
vez más gente vive la constitución del sentido de su vida».
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