El cristianismo en medio de las religiones del mundo

José Comblin

 

 

En 1996 un prestigioso escritor norte-americano, Samuel Huntington publicó un libro bajo el titulo de The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order (New York, Simon and Schuster). El autor quería oponerse radicalmente a la tesis emitida algunos años antes, poco después de la caída de la URSS, por Francis Fukuyama en un libro famoso en el que protagonizaba “el fin de la historia”. Huntington defendía que, lejos de estar terminada, la historia entraba en una nueva fase. Era verdad que había terminado la fase de conflicto secular entre capitalismo y socialismo, pues el capitalismo había triunfado. Pero, en adelante los grandes conflictos mundiales, que iban a originar una nueva fase histórica, serían conflictos entre culturas y no ya entre modelos económicos.

Huntington enunciaba 8 culturas, y, para él, el conflicto mayor de la nueva época histórica sería un conflicto entre el Occidente con su cultura y el mundo islámico con su cultura. Estas dos culturas serían incompatibles; las dos querrían conquistar el mundo y, por tanto, el conflicto sería inevitable, y habría de engendrar innumerables guerras durante siglos: ¡la historia continúa! Quién dice cultura, dice religión, y, por lo tanto, la nueva época histórica sería una época de guerras de religión.

Es notorio que Huntington estuvo siempre muy cercano a los grupos que orientan la política exterior de Estados Unidos. En todo caso su libro sobre el “choque de las civilizaciones” fue muy bien acogido y alcanzó una fama imprevista después de la destrucción de las torres del World Trade Center en Nueva York el 11 de septiembre de 2001. Los hechos parecían confirmar la previsión del teórico. De hecho, muchos, en Estados Unidos, incluso en el nivel político, han asimilado la doctrina Huntington, que ha entrado en el subconsciente de las masas y las élites políticas.

Después del 11 de septiembre de 2001, el imperialismo norte-americano se mostró cada vez más arrogante. Se quitó las máscaras. Nació una nueva doctrina militar, una nueva geopolítica: en adelante Estados Unidos puede prescindir del resto del mundo y organizar el planeta como quiera. La experiencia del triunfo en Afganistán muestra que Estados Unidos tiene los medios para imponer su concepción del mundo y los intereses que la invocan. Practican abiertamente el proteccionismo e imponen el libre comercio a los demás países. Apoyan la política suicida de Sharon en Israel en contra de los palestinos. Quieren mostrar por el terror que dominan el Medio Oriente.

Durante todo el año de 2002 Estados Unidos ha preparado la guerra para derrumbar el régimen de Sadam Hussein en Irak. Al mismo tiempo quieren extender su imperio en Asia central, gran reserva de petróleo. Reemplazan a Rusia en las nuevas repúblicas de Asia central. Éstas son también musulmanas, lo que hace prever nuevos conflictos religiosos en el futuro.

Se quiera o no, Estados Unidos representa la faz del cristianismo en el mundo, y las Iglesias no manifiestan con mucha evidencia que rechazan la política mundial de Estados Unidos. No oponen reales argumentos a la convicción generalizada de los pueblos de que cristianismo = Estados Unidos…

Una vez introducida la idea de incompatibilidad entre culturas, aparece una actitud de desconfianza instintiva para con las otras culturas, y, por consiguiente, para con sus religiones. En la visión de Huntington la única salida para la humanidad es la cultura occidental, científica y racional. Esta es la continuación de la concepción de la modernidad.

Sin embargo los hechos no justifican necesariamente esa visión conflictiva de Huntington y de la política de los Estados Unidos. ¿Cuál es el estado de las relaciones entre las grandes religiones en la actualidad?

 

En primer lugar, necesitamos partir de un hecho cada vez más evidente: el ateísmo occidental ha muerto o está muriendo. El ateísmo, que tanto preocupó la jerarquía católica en el siglo XX, ya pertenece al pasado y nunca ha tenido la fuerza que se le atribuía. La gran tarea de los siglos de las Luces fue la lucha contra el clero, la institución eclesiástica y su poder social y político. No fue el ateísmo, aunque la jerarquía quisiera interpretar el anticlericalismo como si fuera producido por el ateísmo y como si fuera la faz escondida del ateísmo. En todo caso, hoy día, resucitan las religiones antiguas y aparecen con mucha fuerza nuevas religiones.

Una buena señal del cambio actual en materia de religión es el último libro publicado en 2001 por Régis Debray, que fue el compañero del Che Guevara en Bolivia. Volvió a Francia y entró en la política francesa, desempeñando un papel importante en el gobierno de Mitterrand, por ejemplo. Era el típico militante izquierdista revolucionario, imbuido del espíritu laicista y republicano francés, típicamente anticlerical. Ahora bien, acaba de publicar un libro con el título de Dieu, un itinéraire, (Dios, un itinerario, (Odile Jacob, París).

Al final de un largo itinerario revolucionario, laicista, izquierdista y anticlerical, Debray vuelve a la afirmación de Dios, dando una evidente preferencia al Dios cristiano. No se puede dispensar a un Dios. Debray lo descubrió entre los revolucionarios latinoamericanos, pero sólo llegó a la plena conciencia de esto ahora después de varias décadas, como si fuera la última palabra de una larga reflexión sobre la revolución.

 

Sin embargo, el renacimiento de la religión no es necesariamente una buena noticia para las Iglesias y las instituciones religiosas. Al revés, el progreso de la religión es correlativo del retroceso de las instituciones religiosas tradicionales, por ejemplo de las Iglesias históricas (católica, reformada, ortodoxa). Las religiones que están en plena ascensión son justamente las religiones no institucionalizadas. Son las que más ejercen atracción en las nuevas generaciones pos-modernas.

El gran reto para la Iglesia católica y para las otras Iglesias llamadas históricas -que son aquellas que permanecieron más fieles a sus instituciones antiguas- es éste: ¿de qué manera van a ofrecer su mensaje a una humanidad que busca la solución en la religión? ¿Cómo ofrecer la religión cristiana como la salida que buscan nuestros contemporáneos, si las Iglesias la ocultan más bien que la revelan a sus ojos? Pues todo indica que las Iglesias con sus estructuras arcaicas no tienen capacidad para responder las ansiedades y la búsqueda de nuestros contemporáneos. En lugar de ofrecer el evangelio, ofrecen edificios institucionales heredados de una cultura que ya desapareció, de tal suerte que las instituciones eclesiásticas se hacen totalmente incomprensibles (doctrina, sacramentos, leyes y preceptos, organización…).

 

 

Veamos qué pasa con las religiones.

Las religiones son diferentes, pero no necesariamente conflictivas, pueden compenetrarse, influir las unas en las otras y practicar un diálogo fecundo, a nivel de la acción y convivencia probablemente más que a nivel de doctrinas.

 

 

1. Empecemos par el Islam que en la actualidad es la religión que más llama la atención. El famoso atentado que logró destruir las dos torres del Trade Center de Nueva York impactó tanto, que todos los telespectadores del mundo descubrieron la existencia del Islam. Pero, hace más de un siglo que los que leen los periódicos saben que el Medio Oriente es el lugar de una guerra casi sin interrupción entre cristianos y musulmanes.

En primer lugar, es indispensable que quede muy claro que el movimiento Al Qaeda y Bin Laden no son representativos del Islam. Son un grupito muy pequeño de radicales integristas que no son más representativos del Islam que lo que el movimiento de Lefebvre pudiera tener de representativo del catolicismo. Al Qaeda nació en el Islam, como Lefebvre nació en el catolicismo, llegando incluso a ser arzobispo. Pero los dos son extremistas atípicos.

“Islam” quiere decir “entrega de sí a Dios”. Los cristianos en este sentido podrían definirse como un Islam. El Islam fue la religión que Mahoma trató de implantar en Arabia, donde se practicaban cultos politeístas, supersticiosos, llenos de prácticas mágicas. El mismo reto que encontraron los cristianos en el mundo de las “naciones”: el “paganismo”. Hasta cierto punto se puede decir que le resultó mejor que a los cristianos, que no lograron purificar su religión del paganismo de los pueblos conquistados (más bien que evangelizados) por sus misioneros (claro que los occidentales que visitan los países musulmanes se escandalizan por el paganismo tolerado por el Islam, pero no se acuerdan de todo el paganismo que hay en los países cristianos).

Mahoma inventó una religión muy sencilla al alcance de las grandes masas. Consta de 5 pilares: 1. Dios es Dios y Mahoma es su profeta 2. La oración ritual cinco veces al día, en cualquier lugar o circunstancia; 3. El ayuno del Ramadán, un mes de ayuno al año; 4. La ayuda a los pobres; 5. La peregrinación a La Meca una vez en la vida.

No hay teología, no hay sacramentos, no hay organización, no hay clero. El Islam es una religión popular, es una inmensa comunidad de pueblos que aceptan la misma religión y la viven. A pesar de la ausencia de clero, hay una gran homogeneidad y solidaridad, que hace que todos los musulmanes en el mundo entero se sienten solidarios y unidos.

El Corán es el libro aceptado por todos como la pura palabra de Dios dictada a Mahoma. Está hecho de pensamientos y sentencias sobre todos los asuntos de la vida. Históricamente el Corán se prestó a diferentes interpretaciones, diversas escuelas y por eso hubo muchos conflictos internos entre doctores y partidos. Sin embargo, no hay autoridad para dictar la interpretación correcta.

Mahoma nunca se consideró un hombre diferente de los demás o dotado de poderes especiales. Era sencillamente el que recibía las palabras de Dios, pero no era nada en sí mismo. En la práctica, los pueblos inventaron diferentes formas de culto, pero ninguna corresponde a la verdadera inspiración musulmana.

Desde el comienzo, Mahoma entendió que el Islam estaba destinado a ser la religión de toda la humanidad: toda la humanidad debía abandonar el culto a los ídolos e reconocer al verdadero Dios. Mahoma hacía una distinción entre los pueblos paganos que vivían su religión popular, hecha de gestos y ritos sin libro, y las religiones del libro que también veneraban al Dios único, es decir los judíos y los cristianos que no conocía por experiencia directa, pero sabía de su existencia. Incluso: muchos historiadores estiman que una buena parte de su inspiración le vino de la Biblia, sobretodo de los judíos. Los pueblos del libro podían ser tolerados y tratados con mansedumbre, pero los paganos debían ser convertidos.

Aquí surge la famosa cuestión de la “guerra santa” (al-gihad). En varios lugares del Corán, Mahoma se refiere a la guerra santa y proclama su necesidad. Estas sentencias fueron objeto de muchas reflexiones en la tradición musulmana, pero no hay duda de que en la práctica, muchas veces, Estados, Imperios, pueblos, ciudades o tribus musulmanas invocaron la guerra santa, ya fuera para defenderse militarmente contra sus enemigos, o ya fuera para conquistar o dominar otros pueblos considerados paganos. Aun hoy en día hay grupos musulmanes, o incluso Estados que invocan la guerra santa. Lo hicieron en Irán una vez que Estados Unidos fue denunciado como el gran Satán. Los talibanes de Afganistán también se inspiraron en el concepto de guerra santa, y esta bandera es muchas veces levantada hoy día por grupos extremistas, aunque los gobiernos traten habitualmente de frenar los instintos belicosos de sus extremistas.

El Islam ha fundado en la historia varios gloriosos imperios. Bagdad fue en un tiempo el mayor centro de la civilización mundial. El auge de la civilización musulmana fue entre los siglos X y XII. El Islam conquistó la India que fue dominada por un Imperio musulmán durante 8 siglos. En menos de un siglo las tribus árabes inspiradas por el Corán conquistaron el Oriente Medio, y todo el Norte de África, incluso toda la península ibérica. En el siglo XVII el Imperio otomano llegó a las puertas de Viena. Pero, desde entonces, la historia política del Islam fue una serie de desastres. Los países sometidos al Islam fueron conquistados por los Imperios europeos: en África por Francia, Inglaterra e Italia; en el Oriente Medio por Francia e Inglaterra; en la India por Inglaterra, en el Extremo Oriente por Holanda e Inglaterra.

Estas derrotas políticas dejaron un sentimiento de profunda humillación. Los musulmanes tienen la impresión de que no merecieron tantos desastres. Pues, en el Islam no existe separación entre religión y Estado como en el Occidente después de la Revolución francesa. No se entiende una sociedad musulmana que no lo sea a la vez religiosa y políticamente. Religión y política constituyen una sola realidad social y cultural; un desastre político es un desastre religioso.

En el siglo XX vino la desintegración de los Imperios europeos y la independencia formal de un gran número de Estados que se distribuyeron la población musulmana según criterios típicamente occidentales. El Islam quedó dividido en decenas de Estados y nunca en ningún momento fue posible reconstituir una unidad musulmana. De allí una inmensa frustración de los pueblos, que se sienten traicionados por sus élites.

Nacieron Estados según el modelo occidental, que trataron de occidentalizar la sociedad musulmana. Trajeron los principios occidentales: la laicidad del Estado -que es un horror para el Islam-, el capitalismo (del que decía un sabio que “el Occidente es la organización planetaria de la usura”), las instituciones políticas, el modelo de empresa, el derecho…

Los Estados y las empresas del Occidente hicieron alianzas, como siempre en un régimen colonial, con los elementos más corruptos de la sociedad, con las oligarquías más escandalosas. El mejor ejemplo de tal política es el actual gobierno de Arabia Saudita, en donde una insignificante minoría de oligarcas corruptos, inmensamente ricos gracias al petróleo, tratan al país y sus habitantes como si fuera su propiedad. Este gobierno es sostenido por Estados Unidos que en esa forma acumula contra sí un inmenso odio no sólo de los ciudadanos sauditas, sino de todo el Medio Oriente. Otro ejemplo fue el Shah de Persia, instalado y mantenido por Estados Unidos, ejemplo vivo de escándalo por su inmensa explotación de las riquezas del país. Para los Occidentales sólo importa el petróleo, y los pueblos son entregados a bandidos convertidos en reyes y presidentes de seudo-repúblicas.

En contra de toda esa corrupción, en virtud de un inmenso sentimiento de frustración, movidos por una ira implacable, nacieron los movimientos que constituyen lo que se llama hoy en día el “islamismo” (a no confundir con “Islam”). El islamismo nació en Egipto en 1928 con los llamados “Hermanos Musulmanes”.

Los movimientos islamistas fueron y todavía son reprimidos, viven muchas veces en la clandestinidad, practican la resistencia violenta en varios países, como Argelia actualmente. Han sido reprimidos, perseguidos, o promovidos por el poder en varias naciones. Han sido integrados por el poder en otros países como Líbano, Yemen, Jordania. Han sufrido una diversidad de situaciones en Turquía, Siria, Irak y otros países árabes. A veces los gobiernos tratan de utilizarlos, otras veces los reprimen.

Los movimientos islamistas quieren la independencia real en relación al Occidente; la unión entre religión y política porque la política debe implantar y mantener la ley coránica, la “sharia”, aunque haya diferentes interpretaciones de ella; la lucha contra la corrupción introducida por el sistema capitalista y el retorno a la tradición de solidaridad musulmana. Condenan rigurosamente una organización de la sociedad sin religión como la de los estados laicistas del Occidente. Con los judíos y los cristianos los islamistas son mucho más rigurosos que los musulmanes tradicionales.

En este momento los musulmanes se dividen en tres categorías: los islamistas, los modernistas -que creen que pueden introducir las ciencias, la racionalidad, el sistema jurídico e institucional del Occidente dentro del Islam-, y los agentes del poder extranjero que mantienen la dominación del Occidente y de su capital y que sobreviven gracias a la corrupción (tipo: Arabia Saudita).

En general, hay un profundo rechazo a Occidente por su materialismo, su individualismo, su ostentación de la riqueza y su inmoralidad política. Las Iglesias cristianas son vistas como los poderes religiosos que legitiman el sistema occidental, cómplices de los horrores practicados por los occidentales. Para poder dialogar con los musulmanes hay que distanciarse del sistema cultural y político del Occidente. Habría que mostrar que los cristianos todavía tienen algo del Evangelio y no están totalmente integrados en el sistema capitalista, como sugieren las apariencias.

Entre el Islam y el cristianismo hay una tradición de guerras que ya tiene 14 siglos. Hubo períodos de convivencia pacifica y colaboración, por ejemplo en España o en Siria, Líbano, Egipto... Sin embargo la guerra es la nota predominante. La conquista del Medio Oriente por el Imperio británico en el siglo XIX y XX fue vivida por la mayoría de los musulmanes del mundo como guerra de religión. La conquista actual del Medio Oriente por Estados Unidos también es vivida como guerra de religión. Las guerras del Golfo y de Afganistán, como la guerra de Irak, son actos de conquista violenta de los cristianos.

Actualmente hay guerras entre cristianos y musulmanes en Chechenia, Sudán, Filipinas, y en Irak. Hay paz precaria y amenazas de guerra en Bosnia, Albania, Kosovo, Macedonia, Nigeria. Hay persecución violenta de los cristianos en Indonesia, Nigeria, Arabia Saudita. El diálogo no es fácil.

 

 

2. El segundo grupo religioso más numeroso después del Islam es el hinduismo. Claro que la importancia numérica le viene de la demografía de la India. Hay pocos hindúes fuera de la India y su expansión en el mundo es más débil que la de otras religiones como el Islam o el budismo. Es que el hinduismo está de tal modo ligado a la India, a su cultura y a su historia, que difícilmente logra expandirse a otras culturas. Hay casi mil millones de hindúes porque hay más de mil millones de indianos.

El hinduismo no existe como sistema y ningún hindú dirá que es hindú. Ese nombre les fue dado por los musulmanes y los ingleses. En realidad el llamado hinduismo no es un sistema religioso definido. No tiene doctrina, ni instituciones, ni jerarquías, ni representantes oficiales. Por lo menos desde hace mil años quedó refugiado en la vida interior, puesto que la vida publica fue asumida primero por los musulmanes y después por los ingleses. El hinduismo es la búsqueda de la salvación interior por el dominio de sí mismo. Es una práctica del ser humano sobre sí mismo. Por eso los hindúes creen que son compatibles con todas las religiones y pueden asimilarlas todas. En principio no se oponen a las demás religiones. En el hinduismo hay una infinita diversidad de expresiones. Creen que hay lugar para todos os credos.

El hinduismo nunca estuvo interesado por el mundo exterior o la sociedad como organización. Todas las instituciones de la India son británicas. Sólo en los últimos tiempos hubo un despertar de grupos intelectuales indignados por la dirección total de la política por criterios ajenos a la India. Formaron el Partido del Pueblo, que actualmente desde 1996 gobierna la India, después de haber derrumbado el Partido del Congreso que hizo la independencia. El Partido del Pueblo tiende a distanciarse de la globalización y constituye un polo de resistencia a escala mundial. Quiere una economía concentrada en el mismo país que produzca para el mercado interno.

El Partido del Pueblo tiene por proyecto la indianización de la India. Por eso se multiplican los conflictos con la minoría musulmana que es de 120 millones o con la minoría cristiana que es sólo del 2,5% de la población (unos 25 millones). Aumentaron los actos de persecución en contra del Islam o de las Iglesias cristianas, considerados como elementos extranjeros e infiltración de Occidente. Las misiones cristianas se concentran bastante en las tribus primitivas que no están incorporadas en la cultura hindú y todavía viven en un paganismo primitivo. Por eso los cristianos son acusados de querer utilizar la fuerza de las tribus contra la cultura indiana.

En 2002 la persecución de los musulmanes por la mayoría hindú aumentó y la tensión entre el Pakistán y la India creció.

El yoga penetra en muchos lugares del Occidente, muchas veces por intermedio de personas poco cualificadas que trasmiten algo que quiere parecerse al hinduismo auténtico. Pero el hinduismo está muy abierto, no define una Iglesia con fronteras delimitadas. Puede coexistir con otras adhesiones religiosas. De alguna manera incluso muchos pueden practicar el yoga sin ver en él una verdadera religión, sino simplemente como metodología de auto-ayuda, como se hace tanto en Occidente. De esa forma el Occidente lo asimila, reduciéndolo a un método de auto-ayuda.

 

 

3. El budismo. Buda nació alrededor de 566 a.C. Era el príncipe heredero del reino de Kapilavastu, Siddhartha Gautama, que será venerado como Buda, es decir ”El iluminado”. Buda se separó radicalmente del hinduismo, aunque toda su personalidad haya sido impregnada por él. Rechazó el hinduismo por considerarlo corrompido por sus representantes, los brahmanes. Pero en realidad toda la sustancia del hinduismo está en el trasfondo del budismo que se emancipó de sus aspectos más discutibles.

No hay ortodoxia budista. Hay varias escuelas, varias orientaciones que se remiten a Buda, y todas tienen un fundo común.

El budismo no es propiamente una religión en el sentido de que Dios no ocupa ningún lugar en el budismo. El Buda siempre evitó la cuestión de Dios como algo inútil que sólo sirve para apartar al fiel de su camino exclusivo. Era como una cuestión puramente teórica sin importancia para la práctica. El budismo es un camino de salvación.

El camino consta de las cuatro verdades nobles. La primera es el dolor, condición humana de la que el ser humano es llamado a liberarse; el dolor es todo lo imperfecto de la vida humana. La segunda verdad es: la causa del dolor que se encuentra en el mismo ser humano, empezando por la ignorancia. Hay una cadena de 12 miembros que explica la causa del dolor. La tercera verdad es la cesación del dolor, que es el Nirvana. La cuarta verdad es el camino hacia la liberación del dolor.

Los seguidores de Buda formaron un grupo de devotos que iniciaron una vida de tipo monástico. Aún hoy día son innumerables los monjes budistas. Ellos, son la espina dorsal del budismo. Son hombres o mujeres que se liberan de todo, viven de limosna y buscan únicamente la salvación del Nirvana.

Los budistas pueden ser más o menos 200 millones. Son casi una mayoría en Japón, Vietnam, Tailandia y Sri-Lanka, Birmania, Camboya, Nepal. El budismo era la cultura del Tibet antes de la invasión china. Los budistas son numerosos en China, Corea y Taiwan, pero se mezclan con otras religiones chinas y de todos modos fueron muy perseguidos por el comunismo. Son perseguidos también en Myanmar (Birmania); en Camboya fueron diezmados.

En pocos siglos después de la muerte de Buda tuvieron una expansión extraordinaria en toda Asia. Pero fueron frenados en la India y encontraron una barrera fuerte en la conquista musulmana de Asia.

Hoy día los budistas conocen una nueva expansión sobre todo en Occidente. El movimiento es esencialmente misionero. Los monjes son misioneros, tratan de convertir a todos los pueblos, pues no practican ninguna discriminación. El gran portavoz del budismo es el Dalai-Lama, exiliado del Tibet y tratado como enemigo número 1 por las autoridades chinas.

En el plan social, el budismo practica la compasión con todos los sufrimientos, con la pobreza de los pobres. Es profundamente tolerante y no-violento. Sin embargo tiende a luchar contra el dolor y el mal más bien en el corazón del ser humano que en la sociedad. Su acción se dirige más hacia lo interior de la persona que hacia la sociedad. Encuentra que el cristianismo occidental es superficial cuando busca la liberación por medio políticos, como si el mal tuviera sus raíces en la sociedad, mas que en el mismo ser humano. Sin embargo en contacto con Occidente, el budismo se abre poco a poco a lo social.

En la actualidad el budismo está en expansión en el mundo occidental, probablemente atraído éste por la interioridad del budismo, en una sociedad actual casi vacía de interioridad, y también por ser el budismo una religión casi sin instituciones, lo que ejerce una fascinación sobre muchos cristianos de las Iglesias tradicionales, decepcionados por su religión formal y exterior.

 

 

4. El cristianismo. El cristianismo está en expansión, pero no en las Iglesias institucionales. Éstas continúan mostrando altos números de adeptos porque colocan como adeptos a todos los que fueron un día bautizados, auque se hayan convertido después a otra religión o hayan perdido toda relación con su Iglesia.

El cristianismo que está en plena expansión es el de tipo pentecostal. En 100 años los pentecostales han hecho cientos de millones de conversiones. Muchas Iglesias tradicionales tratan de salvarse adoptando el modo de ser de los pentecostales. En la misma Iglesia católica los movimientos carismáticos conocen una gran expansión sobre todo en América y África. Miles de Iglesias diferentes proliferan, y cada año aumenta su número. Son el nuevo cristianismo para las masas.

La Iglesia católica trata de mantener el pentecostalismo dentro de la ortodoxia, pero los carismáticos continúan conquistando diócesis, y colocan a sacerdotes y a obispos a su servicio. Son el elemento más dinámico y conquistador del cristianismo.

Los pentecostales encuentran la salvación en experiencias espirituales, que son, más bien, emocionales y son poco sensibles a los problemas humanos, sociales y políticos.

Sin embargo, en el polo opuesto al de los carismáticos están los movimientos integristas cuyo poder se hace cada vez evidente dentro de la institución. Opus Dei, Legionarios de Cristo, Sodalitium y muchos otros movimientos menos importantes van conquistando posiciones. En gran parte controlan la Curia romana y en América latina ocupan posiciones siempre más importantes. Son líderes en México y desde México están dispuestos a conquistar la Iglesia católica como institución. Los integristas cierran todas las puertas al diálogo. Creen que pueden conquistar el poder en la sociedad: no necesitan convencer al pueblo porque conquistan las élites y desde el poder quieren reconstruir una cristiandad. Brasil es el único país todavía relativamente libre del dominio de los movimientos integristas.

Los integristas son eminentemente políticos: quieren el poder político. Pero son insensibles a los valores de la democracia y no creen que existan los problemas sociales. Su mundo es el poder, lo que explica la importancia que se les atribuye en ciertos ambientes eclesiásticos.

 

 

5. Las sectas. En el mundo occidental la secularización de la sociedad y su tolerancia absoluta en materia religiosa formó un ambiente favorable a la expansión de las sectas. No habiendo casi ninguna represión social o política, la puerta está abierta aun para las peores locuras religiosas. Las sectas practican el proselitismo y siempre logran conquistar una clientela. Entre las sectas que conocen más expansión están los Testigos de Jehová, los Mormones, la Iglesia de la Unificación o secta de Moon, la Nueva Acrópolis, la asociación por la conciencia de Krishna, la Iglesia de la Cientología, la Sofrología, la fe mundial Ba’hai, los Espiritismos, la Teosofía, la Antroposofía, los Rosa-cruces, la Sociedad internacional gnóstica. Son miles y miles. En general ellas reactivan elementos del cristianismo o de las religiones orientales construyendo una combinación nueva.

Hay sectas milenaristas, sectas más bien gnósticas y sectas de tipo oriental que se dedican a la salvación por la interiorización y el control de sí mismo. Para los no iniciados una buena introducción es la novela de Umberto Eco, El péndulo de Foucault.

Las sectas son indiferentes a los problemas sociales o políticos porque creen que las fuerzas sobrenaturales van a solucionar todos los problemas humanos.

El mundo occidental está también lleno de movimientos religiosos no articulados en forma de sectas, pero que enseñan formas de religión de tipo panteísta en los que la divinidad se identifica con las energías de la naturaleza. Se ubican fácilmente dentro de la gran familia de la ecología. No tienen doctrinas elaboradas, pero buscan una religión simplificada, de identificación con el movimiento del universo. Buscan fundamentos científicos en las teorías de la expansión del universo, por ejemplo. Son movimientos del tipo New Age con contornos poco definidos, pero con experiencias sensibles de identificación con el mundo exterior. El ser humano deja de ser el centro del mundo: es sólo una porción muy pequeña de ese universo y tiene que someterse al movimiento del conjunto. En la práctica renuevan elementos del estoicismo que ya conocieron una renovación en el siglo XV, en el Renacimiento. Es como un nuevo Renacimiento.

Esta tendencia de religión individualista o panteísta combina muy bien con la indiferencia a la acción humana sobre la sociedad. Tiende más bien a hacer que los seres humanos se sometan a todo lo que sucede y no tengan motivaciones para actitudes conflictivas. La consecuencia es que alimentan una actitud de abstención social. Para ellos la sociedad pierde su importancia: el ser humano vive en el universo.

 

 

6. Hay en América tentativas de resurrección de las antiguas religiones indígenas y de las antiguas religiones africanas. Entre las africanas, algunas, como el candomblé, se han conservado con gran pureza. En general las tradiciones africanas se han fusionado con elementos del espiritismo o de otras sectas. Es difícil prever cuál será el destino de esas religiones. Lo más probable es que se transformen también en sectas, atraídas por los modelos dominantes en el Occidente a pesar de su deseo de autenticidad.

En general, esos movimientos de renovación religiosa acompañan y quieren legitimar movimientos de autonomía o independencia política. Esto es visible por ejemplo entre los Mapuches de Chile, entre los movimientos Aymaras en Bolivia y Perú o en los movimientos indígenas del Ecuador. Sin duda estos movimientos hacia la autonomía están creciendo a pesar de la gran resistencia de los Estados nacionales nacidos de la llamada Independencia.

Sin embargo, algunos pueden dudar que las mismas religiones tradicionales puedan realmente revivir como religiones. Ellas ofrecen muchos elementos de identidad para los pueblos indígenas o los afro-americanos. Sin embargo, los mismos movimientos independentistas han asimilado tantos elementos del Occidente que se han secularizado y conservan la religión como sistema de símbolos. Es el caso por ejemplo de los movimientos independentistas que se dicen marxistas o se inspiran en el marxismo: el marxismo es el más fuerte elemento de occidentalización.

 

El encuentro entre las religiones todavía no está muy adelantado Las tareas que se anuncian son inmensas. Hay trabajo para muchas generaciones, pero esto no quiere decir que no hay que empezar desde ahora. Las guerras de religión siempre han sido de las más terribles. La amenaza siempre vuelve y por eso se necesita urgentemente iniciar un diálogo intenso en todos los sectores de la vida social.

 

José Comblin